viernes, 18 de noviembre de 2011

Sobre pesos, dólares y los superávits que distan de ser gemelos

Siempre me resistí a la definición de «superávits (déficits) gemelos», en referencia a la situación fiscal y de balance de las cuentas externas. La palabra «gemelos» da idea de simultaneidad y no de causalidad. En cambio, el superávit comercial es consecuencia de la situación de ahorro interno de un país, el que, a su vez, es producto de la evolución del ahorro privado y del ahorro público. En otras palabras, el superávit de cuenta corriente, es el resultado de un exceso de ahorro local sobre la inversión, mientras que el déficit es producto de un exceso de inversión por sobre el ahorro.


Excesos

En los números no fue tan dramática esta desaparición del superávit externo, porque la suba de los precios de las materias primas que exportamos, compensó, en parte, este fenómeno.

(Con datos del Banco Central, dichos precios subieron un 88% en dólares entre octubre de 2003 y octubre de 2011).

La cuenta corriente del balance de pagos, mientras tanto, pasó de 8.140 millones de dólares a finales de 2003, a menos de 3.100 millones a finales de 2010 y lleva acumulados menos de 800 millones de dólares en el primer semestre de este año. (Siempre con datos oficiales).

En otras palabras, cuando se acaba la capacidad ociosa, el exceso de gasto se canaliza, en el sector servicios, hacia un aumento generalizado de precios (inflación que le dicen) y en el sector de bienes, hacia un aumento de precios (dependiendo del tipo de cambio) y un incremento de las importaciones. Para agregar unos números, las importaciones de todo 2002 no llegaron a los 9.000 millones de dólares, y el año pasado superaron los 53.000 millones. En ese período, el consumo privado se duplicó, mientras que el consumo público, más que se duplicó (siempre en moneda constante y con datos oficiales). Ahora sí, espero que se entienda mejor mi rechazo a los «gemelos». El superávit de cuenta corriente no es gemelo del superávit fiscal, es «hijo». Cuando hay exceso de ahorro, hay superávit de cuenta corriente. Cuando hay exceso de gasto, hay déficit.

El «modelo K» es, por definición, exceso de gasto. Pero este exceso de gasto obliga a financiar un déficit de cuenta corriente.

Obviamente, la única forma de sostener sistemáticamente, déficit de cuenta corriente es mediante el ingreso de capitales, por repatriación, inversión extranjera directa, o ingresos financieros del resto del mundo vía préstamos o colocaciones en el sistema financiero.

El Gobierno, como impidió el ahorro en pesos de largo plazo (tasa negativa, prohibición de indexación, fin de la credibilidad del INDEC, eliminación del ahorro institucional de las AFJP, etc.), obligó al sector privado a intensificar su natural ahorro en dólares, (la destrucción de la moneda no es patrimonio exclusivo de estos años y es el verdadero boicot que los políticos en particular, y la sociedad en general nos hemos autoinfligido). Ese ahorro en dólares se canalizó en parte hacia el sistema financiero local, y en parte hacia el exterior. (Llamar fuga de capitales a este ahorro privado, en este contexto, suena insultante). Por lo tanto, no hay repatriación, sino salida. A su vez, con el mecanismo de «capitalismo de amigos», controles de precios, restricciones energéticas, precios no remunerativos al petróleo y al gas, prohibiciones de exportar en la agroindustria, etc. etc. se han generado menos oferta de dólares de exportación y mayores importaciones para cubrir la brecha energética, y se ha reducido la inversión extranjera directa al mínimo. (De hecho, con estadísticas de CEPAL/BID pasamos del tercer lugar como receptores de IED, al sexto). La posibilidad de endeudamiento externo está limitada por la situación internacional y por los problemas pendientes con los acreedores del exterior (holdouts, Club de París, CIADI). Y las colocaciones financieras de corto plazo en el mercado de capitales están razonablemente limitadas por los encajes y las nuevas trabas para recomprar dólares.

Dilema

Con esta introducción resulta fácil explicar la situación actual y los escenarios futuros. (Los detalles, insisto siempre, son otro precio).

El dilema macro es el siguiente: si se quiere seguir con el «modelo», es decir con exceso de gasto público, hay que conseguir dólares. El mecanismo actual de financiamiento a través del Banco Central vía el uso de las reservas tiene un límite. Hoy el déficit fiscal es de aproximadamente un 3% del PBI. El 1% operativo y un 2% para pagos de deuda. Ese déficit lo financia el Banco Central, en números redondos algo menos de la mitad con emisión de pesos, el resto con uso de las reservas. En dichas reservas están incluidos los depósitos en dólares de la gente, que ahora los retira, asustada por el Gobierno (no por los medios).

¿Cuáles han sido las medidas hasta ahora? Por un lado, empezar a reducir los subsidios al sector privado, en varios servicios públicos. Los subsidios son de aproximadamente el 4% del PBI. Suponiendo que se puedan reducir un 25% en el corto plazo (supuesto extremadamente optimista, pero sería largo de explicar por qué), ello equivale a un «impuesto» al sector privado del 1% del PBI, que reemplazaría, si se deja de emitir, al impuesto inflacionario. Este reemplazo tiene importantes efectos redistributivos positivos aunque en el corto plazo puede afectar el gasto privado. Ese menor gasto privado, por definición, implica una desaceleración de la economía y, por ende, menores importaciones (y menor crecimiento de la recaudación). Pero todo este mecanismo de reducción de subsidios no resuelve el tema central, los precios del gas y del petróleo que reciben los productores, para que aumente la inversión extranjera directa y, en el mediano plazo, bajen las importaciones energéticas y, eventualmente, se vuelva a exportar. (Aunque, además de precios, hará falta compensar el efecto «reputación»).

A ello se le suma la obligación de liquidar divisas de mineras y petroleras. El neto no deben ser más de 2.000/3.000 millones de dólares, dado que una buena parte ya la liquidaban para pagar sus gastos locales.

Prohibición

Las otras medidas han consistido en prohibirle a la gente que ahorre en dólares, con mecanismos claramente ilegales en cualquier país del mundo que no sea la Argentina, o Venezuela (o algún otro país perdido en África o Asia). Ilegales, porque la AFIP ni tiene atribuciones, ni puede impedirme endeudarme para comprar dólares. Lo que puede y debe hacer es obligarme a demostrar el origen genuino de los fondos que utilizo para comprar dólares, una casa, o un televisor.

¿Alcanza con esto para seguir expandiendo el gasto público, crecer a tasas chinas y, simultáneamente conseguir los dólares para financiar la cuenta corriente, mantener las reservas del Banco Central y el tipo de cambio «controlado»?

En la medida que los precios de las exportaciones no vuelvan a crecer al ritmo observado en los últimos años, claramente no.

En síntesis, el problema actual es de falta de dólares, generado por un exceso de pesos. Ese problema se arregla a la larga, sólo con macroeconomía. Y la macro o ajusta por nivel de actividad y «produce» dólares por menores importaciones, o ajusta por el precio del dólar hasta que se diluye el exceso de pesos. O «ambas asimetrías a la vez».

Querido amigo Guillermo, ya lo decía el General, «la única verdad es la macro». ¿Quién será el Gómez Morales de este ciclo peronista?

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