domingo, 20 de diciembre de 2009

La argentina del 2010 será más cara en dólares y la sociedad lo sentirá en su bolsillo

Para el economista Tomás Bulat, la apreciación al estilo argentino, es decir, sin revaluación nominal de la moneda, trae algunos problemas adicionales que el resto de la región no tiene.

Bulat así lo explicó: “Al igual que el resto de la región, la Argentina se está volviendo más cara en dólares, pero no por las mismas razones que los otros países. Brasil está más caro, al igual que Chile y Perú. Pero nuestro país tiene algo que los demás no tienen y es la inflación”.

Para el economista “el dólar va a funcionar como ancla”, es decir que irá frenando los precios, y “va a seguir devaluándose en una fórmula de inflación menos cinco, vale decir, que si la suba de precios es de un 23% para 2010 la devaluación será del 18 por ciento”.

“Por la inflación, nos estamos convirtiendo en un país caro en dólares, aunque la cotización no se mueva. Y esta forma de revalorizarse genera inequidades y distorsiones, porque afecta más a unos que a otros”, sostiene:

Al igual que Bulat la mayoría de los economistas hacen referencia a una brecha entre la suba de precios y la corrección cambiaria.

Incluso, muchos de ellos, estiman un diferencial mayor: proyectan una inflación de entre un 18 y 20% y un tipo de cambio que sólo variará un 10% para 2010.

¿Sube el peso o baja el dólar?

Tal como expresó Bulat, la suba de precios en dólares no es sólo un fenómeno inherente a la Argentina. La fuerte revaluación de las monedas brasileña, chilena y uruguaya, sin ir más lejos, abona esta tesis.
La preocupación fue expresada por el propio ministro de Economía, Amado Boudou, quien dijo que la caída del dólar “no es buena para los países de la región”, que ven perder competitividad.
Pero entre los economistas argentinos prima la sensación de que la debilidad del billete verde sólo explica una parte de la situación.

“Si esa fuera la única causa del encarecimiento en dólares de los precios en la Argentina, no debería existir un diferencial de inflación tan elevado con Estados Unidos”, opina Milagros Gismondi, analista del estudio Ferreres.

Quienes vinculan directamente el encarecimiento en dólares con la inflación doméstica apuntan a las políticas del gobierno, y no tanto al escenario internacional, como el causante de la situación.

En esa línea, el economista José Luis Espert, con su habitual estilo crítico y frontal, destaca “políticas muy locas del gobierno en lo fiscal y en lo salarial” a la hora de explicar el porqué de la inflación dolarizada.
“Hoy en la Argentina hay un encarecimiento en dólares en serio”, es su diagnóstico, y lo atribuye a las urgencias financieras del fisco, así como a la tendencia fomentada por el gobierno desde 2005 en el sentido de autorizar aumentos de salarios atados a la inflación.

El riesgo, según los expertos, es que las empresas argentinas vean disminuir sus márgenes, en un contexto de costos que suben más rápido que los ingresos.

Implicancias

1) El cambio de precios relativos. Es típico de los momentos de peso subvaluado que los servicios sean baratos en relación a los bienes transables. Y lo contrario ocurre cuando el peso se aprecia.

Es decir, cuando hay atraso cambiario, en la canasta familiar empiezan a encarecerse rubros como la medicina prepaga, el colegio, los arreglos del auto y el esparcimiento, en comparación con lo que cuesta llenar el changuito del supermercado.

Hoy se está verificando esta situación, aunque el cambio de precios relativos no necesariamente estaría denotando un atraso grave.

2) Aumento de las propiedades. Mientras en el mundo explotó una burbuja inmobiliaria que derrumbó los precios, en la Argentina la cotización del metro cuadrado no dejó de crecer, incluso cuando el volumen de operaciones bajó bruscamente.

Al inicio de la crisis internacional, en 2007, los departamentos de las zonas más demandadas de Buenos Aires experimentaron una suba anual del 10% en dólares. Y este año, el más flojo de la década para la actividad inmobiliaria, luego de un breve impasse, está mostrando otra vez signos de apreciación.

De hecho, un relevamiento realizado por Reporte Inmobiliario indica que, en el año, la apreciación del metro cuadrado rondará el 2,8 por ciento.

Los expertos del sector inmobiliario siempre destacaron, como una particularidad del mercado argentino, la fuerte resistencia que éste presenta a la baja de precios. Esa rigidez, de hecho, es lo que enfrió la actividad de compraventa. Vale decir: si en los momentos más críticos las cotizaciones no bajaron, la tendencia para el próximo año -en el que se anticipa un repunte de la economía- será nuevamente alcista.

Se estima que la combinación entre la suba del dólar (cercana a un 10%) y el incremento en el precio del metro cuadrado será mayor que el aumento salarial que recibirá gran parte de la sociedad, generando esto una mayor brecha a la hora de querer adquirir una unidad.

Cabe destacar que, en relación con el salario, las propiedades han incrementado su valor. Al respecto, un estudio de la UADE indica una diferencia del 44% respecto de 1997, cuando regía el “uno a uno” y este indicador comenzó a ser medido.

Conclusión, las propiedades serán caras en dólares, no solamente en términos nominales, sino también en términos relativos.

3) Suba del desempleo. Un país con precios caros y poca flexibilidad en su política cambiaria suele tener problemas de empleo.

Pasó en la Argentina de los '90, ocurre actualmente en España, atada al euro.

Y según algunos analistas, el agravamiento del desempleo verificado este año (rompiendo la tendencia descendente que se venía dando desde la crisis de 2001) puede ser una señal de que hay un atraso cambiario.

En esa línea, Espert alerta sobre “el hecho de que el Gobierno deba gastar cada vez más dinero para subsidiar salarios a un montón de empresas que, si no fuera por esa ayuda, deberían estar despidiendo gente”.

4) Tendencia a un mayor proteccionismo. En la misma línea de razonamiento que el punto anterior, un síntoma de tipo de cambio atrasado es la dificultad de la industria nacional para afrontar la competencia de productos importados, a precios imposibles de lograr en el mercado doméstico.
Este año ha sido pródigo en reclamos gremiales que, cuidándose de no mencionar la palabra “devaluación”, pidieron una mayor protección para los sectores más “sensibles”.

Las tensiones diplomáticas con Brasil fueron la expresión más evidente de hasta dónde llegó esa dificultad para competir.

“Cuando el Gobierno sale a cerrar la economía, lo que en realidad está haciendo es admitir que está con problemas en su tipo de cambio. Es una situación común a todo el Mercosur, que se siente incómodo por la forma en que se han apreciado sus monedas y ha tenido que recurrir a una forma de devaluar sin devaluar”, argumenta Espert.

5) Suba de salarios en dólares. La tendencia de los últimos años en materia salarial ha sido la de seguir a la inflación. Los principales convenios tratan de mantener el poder adquisitivo del salario guiándose no por el índice oficial, sino por lo que resulta del consenso de los economistas privados.

Prueba de ello es la evolución del índice de variación salarial que mide el propio INDEC, y que muestra incrementos del 23% en 2007, 22% en 2008 y 15% hasta octubre de 2009.

Es decir, un incremento nominal de los salarios del 72% en un período en el que la devaluación fue del 28 por ciento.

La conclusión es clara: los sueldos están más altos en dólares, aunque no en poder adquisitivo.
Según dan cuenta los analistas, en la actualidad el salario medido en dólares es comparable con el de las épocas del 1 a 1.

De todas formas, los economistas recomiendan cautela a la hora de comparar los dos períodos. Primero porque, dadas las ganancias de productividad, sería esperable un nivel salarial mayor, y segundo por la distorsión que provoca la desvalorización sufrida por el dólar en los últimos ocho años: “No es el mismo dólar el de los dos momentos. El de 2001 tenía una paridad de 90 centavos con el euro, mientras que ahora está a 1,50. Por lo tanto, cuando uno dice que ahora gana en dólares lo mismo que en 2001, en realidad está diciendo que perdió un 40%”, afirma Bulat.

6) Los argentinos siguen viajando. Es un clásico de los momentos de atraso cambiario: cuando veranear dentro del país se encarece al punto de que resulta más barato ir al exterior, es porque algún desajuste cambiario hay.

En este momento, si bien no se llegó al punto de que viajar al Caribe sea más económico que un alquiler en Mar del Plata (como sí ocurrió a finales de los 90), la brecha de precios viene disminuyendo.
Las noticias de los últimos días reflejaron con asombro cómo se agotaron las reservas para viajar a un Brasil, que resultará un 25% más caro por la apreciación del real.

Pero hay que recordar que la inflación brasileña es muy baja, por lo que el aumento no es tan grave cuando se lo compara con el costo de veranear en la costa argentina, que tendrá un aumento de alquileres de entre 15% y 20 por ciento.

Señales que contradicen la necesidad de devaluar

1) Hay superávit en la cuenta corriente. Uno de los métodos de análisis tradicionales para determinar si un país tiene un desequilibrio en su tipo de cambio es observar la cuenta corriente de la balanza de pagos, que compara los dólares que entran al país (por exportaciones e ingreso de turismo) y los que salen (por importaciones y viajes de argentinos al exterior).

Así, en los últimos años de la convertibilidad, el saldo mostró un persistente déficit, que hacía pensar en la necesidad de una fuerte corrección.

En este momento, en cambio, la previsión de los economistas, según la encuesta del Banco Central, es que este año finalice con un superávit de u$s7.912 millones y el año próximo con otro saldo positivo de u$s6.690 millones.

¿Qué significa esto? Por lo pronto, que no parece necesaria una devaluación. Pero claro, esto no necesariamente significa que el actual tipo de cambio deje a la Argentina en una situación competitiva.

2) Los servicios públicos siguen baratos. Como puede comprobar cualquier turista que este verano viaje a Brasil o Uruguay, llenar el tanque de nafta en los países vecinos puede costar el doble que en la Argentina.
Claro, según cómo se la mire, la política de subsidiar servicios públicos puede ser un síntoma de que el país es competitivo… o de todo lo contrario. Porque la necesidad de subsidiar puede ser vista justamente como un reconocimiento de que el nivel general de precios no es accesible para la población.
En todo caso, el anuncio del ministro Boudou y los recientes decretos autorizando incrementos tarifarios (en algunos casos del 20%) hacen pensar que durante 2010 el retraso relativo de los servicios públicos comenzará a cerrarse.

Como estos servicios tienen fuerte incidencia en el índice inflacionario, es de prever que su readecuación tenga además el efecto secundario de empujar al índice general de precios.

3) Los países vecinos revaluaron más que Argentina. Si bien los precios argentinos se encarecieron, lo mismo ocurrió, a veces de manera más marcada, en el resto de la región, donde los países dejaron apreciar sus monedas. De manera que no podría concluirse que hay una pérdida de competitividad contra el Mercosur o los otros vecinos.

“Hay que destacar que la apreciación real con el dólar fue compensada con una depreciación real con la moneda de Brasil. Por lo tanto, la política cambiaria no ha generado una pérdida de competitividad. Hacia fin del 2008 cuando el real sufrió una depreciación, hubo cierta presión hacia una depreciación mayor del peso argentino, pero que ya ha quedado atrás con la apreciación del real con respecto al dólar”, indica Gismondi, del estudio Ferreres.

4) El índice Big Mac. El célebre indicador inventado por la revista “The Economist” sigue siendo considerado de utilidad para detectar casos de países que estén con un problema de sobrevaluación de la moneda.

Claro que el precio contra el cual se compara a todas las Big Mac del mundo es el que se cobra en los Estados Unidos, con lo cual en este momento hay mayor probabilidad de que se vean sobrevaluaciones.
Así, por ejemplo, el índice le da a Brasil un diferencial de 13 puntos porcentuales. Para la Argentina, en cambio, con un coeficiente de -15, indica que la moneda local necesitaría no devaluarse, sino revaluarse.
De todas formas, la diferencia viene disminuyendo año a año. Hace cuatro años, por ejemplo, el país, con un nivel de -46, rankeaba entre los que tenían la moneda más depreciada.

¿Hay que devaluar o no?

Si el gobierno cambiara abruptamente su política y decidiera dejar de intervenir en el mercado de cambios, la cotización no variaría demasiado respecto de su valor actual. Al menos esa parece ser la opinión generalizada.

Esto no necesariamente está indicando que se esté en un punto de equilibrio, sino que se diluyó la incertidumbre de otros momentos más complicados en el plano político.

Espert, aunque sí percibe un retraso cambiario, no cree que el mismo tenga una gravedad tal como para que el gobierno no mantenga el control.

En el estudio Ferreres consideran, incluso, que el efecto de corto plazo sería una caída en la cotización, en la situación hipotética de una flotación pura.

“Si se tomara sólo la relación bilateral con los Estados Unidos, el dólar de equilibrio sería $ 4,30, pero si se mira el tipo de cambio multilateral, tendríamos que bajar a $ 3,60, lo cual indica que el nivel actual no está lejos del equilibrio”, señala Spotorno.

Pero una cosa es la estabilidad del dólar y otra es la competitividad. En este sentido, los pronósticos no son auspiciosos. En lo que respecta a las empresas, la expectativa es menos alentadora.

Todesca recuerda que la debilidad del dólar ayudó en parte a mitigar la pérdida de competitividad, pero que esta situación ya no se repetirá en 2010 con la misma intensidad.

Esto podrá complicar a los exportadores. “Las empresas tendrán más demanda en términos de cantidades, pero probablemente márgenes de rentabilidad más reducidos”, advierte.

"Para los empresarios, los costos ya se parecen a los de la convertibilidad”, analiza Carlos Melconian, titular de la consultora MyS.

Para el economista, el incremento de costos en dólares tendrá en los próximos meses un correlato inevitable: la muy baja tasa de inversión por parte de las empresas.

“Esto ya no es el 2004, cuando se generaba rentabilidad y se reinvertía. Hoy da muy finito. Y si a la falta de horizontes se le agrega altos costos en dólares, el escenario que viene es de surfeo”, advirtió Melconian.

Fernando Gutiérrez
© iProfesional.com
Fuente: Infobae Profesional

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