lunes, 25 de junio de 2012

En 2 años subió el costo laboral argentino un 50% más que México y Estados Unidos

En 2011, el dinero necesario para mantener al personal aumentó en dólares 14% y la industria perdió competitividad; mantener un empleo implica hoy sumar 48% al sueldo neto del trabajador; las empresas, que advierten riesgos para la productividad, sienten la presión por los recortes que implica el impuesto a las ganancias.

En un escenario de menor actividad económica que se suma a otros factores de riesgo para la productividad, con índices de competitividad en baja por el tipo de cambio, y en medio de las presiones salariales que encuentran su lógica en una inflación que no cede, la carrera ascendente del costo laboral vuelve a ganar protagonismo entre las preocupaciones empresarias. Aun, eso sí, cuando parece haber un consenso bastante extendido en cuanto a entenderlo como un factor que no define por sí mismo -sino en juego con un mar de variables- las acciones de inversión y de generación o pérdida de empleos.

En dólares, se estima que los costos del personal para la actividad industrial subieron 14% sólo en 2011 -ajustado por productividad- y 57% desde 2006. A fines del año pasado, el costo unitario para la producción de bienes y la provisión de servicios en general se ubicaba, según cálculos de economistas, alrededor de 8% arriba del estimado para el promedio de los años de convertibilidad.

Si bien en gran medida esos números reflejan las mejoras en los ingresos de los trabajadores -incluso del salario real en varios gremios, aunque esa tendencia se frenó en el último año- eso no lo explica todo. La brecha entre el costo total empresario y el ingreso neto del empleado pasó, según un estudio de la consultora Idesa, de 36,6% en 2001 a 43,3% en 2006, y llegó a 48,2% en 2011. Es decir: por cada $ 100 que recibe el empleado, el empleador desembolsa, en promedio, $ 148,2. Los datos no consideran el efecto en el bolsillo del impuesto a las ganancias, que por la desactualización de su esquema de cálculo hace que el Estado se apodere cada mes de una porción más grande del ingreso de muchos trabajadores.

Para las empresas y en particular para algunos sectores industriales, el costo laboral en alza es un factor que suele ser mostrado como amenaza para el equilibrio de sus cuentas y hasta de la ecuación económica general. Los sindicatos dicen verlo como un usual y cansino latiguillo de los empleadores usado en las negociaciones salariales.

Para la gestión kirchnerista es un eje más de sus contradicciones: a la par de un discurso que tiende a demonizar por noventista cualquier advertencia sobre el tema, el Gobierno mantiene un esquema de rebajas de contribuciones patronales para nuevos empleos, homologa acuerdos con pagos no remunerativos, pide contener las demandas sindicales y hasta hace poco sostuvo una ventaja significativa para el entonces aliado gremio de los camioneros, ya que el Estado devolvía las contribuciones a la seguridad social pagadas por las empresas que tuvieran trabajadores afiliados al sindicato de Hugo Moyano, hoy convertido en el peor dolor de muelas para el poder central.

El tema genera inquietud, admiten en algunas empresas, porque se trata de un factor más entre los que terminan por resolver qué tipo de inversión habrá y en qué rubros, y consecuentemente, si se generará mayor actividad y más empleo. Claro que la coyuntura no permite pensar en un dinamismo de los capitales, y así la preocupación parece hoy más centrada en ver qué ocurrirá con la presión por las demandas salariales en un escenario complicado, y también con el empleo en las empresas, algo que también dependerá de las expectativas sobre la duración de la crisis (en 2009 la percepción de que se volvería rápidamente al crecimiento contribuyó a evitar despidos).

El costo laboral en alza no estuvo bajo la mira en los primeros tiempos de la recuperación económica iniciada en 2002. La reactivación contó, devaluación mediante, con el empuje que implican los sueldos relativamente bajos frente a la competencia internacional, y eso dio amplio margen para las negociaciones que buscaron compensar la suba de precios.

La persistente inflación y el objetivo de que la participación de los trabajadores en la riqueza del país recuperara terreno llevaron a robustecer las demandas salariales. Así, y según advierten varios estudios, algunas negociaciones derivaron en subas superiores a las mejoras de la productividad, un indicador hoy afectado por la menor actividad, las suspensiones por falta de insumos importados y la conflictividad.

COMPARACIONES

De acuerdo con un estudio del Ieral, en 2011 el costo laboral en dólares por unidad producida en la industria se ubicó alrededor de un 20% arriba del estimado para 1997. Si se toma como referencia ese año, tanto la Argentina como su principal socio comercial, Brasil, llegaron en 2006 a tener costos un 40% inferiores. Las trayectorias del indicador en ambos países se diferenciaron en 2008, cuando antes de que el real se revaluara con fuerza, el costo laboral brasileño había tenido una caída. Tras una suba posterior, la tendencia volvió a ser a la baja en 2011, un año que cerró con un costo unitario en dólares inferior en un 26% al de la industria local.

La cuestión preocupa a las empresas en general, más allá de las vinculadas a bienes transables. "Es un tema relevante; nadie puede dudar de que en el último año hubo un aumento en dólares del 20% y eso se traslada a precios si es un producto que permite hacerlo. Ese traslado va a ser cada vez más difícil en la medida en que el nivel de actividad pierda dinamismo", analiza Daniel Maggi, director de Personas de LAN Argentina y directivo de la Asociación de Recursos Humanos de la Argentina (Adrha).

La brecha entre el salario neto y el costo empresario, en tanto, está explicada por los aportes personales a la jubilación y al sistema de salud, a los que por lo general se suma la cuota sindical (en los últimos años se hizo compulsiva en muchos casos), de entre uno y tres por ciento. Por otra parte, están las contribuciones patronales para ésos y otros destinos.

Además, explica el economista Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social (Idesa), se suma el costo del seguro de riesgos del trabajo y en muchos casos, aportes para el sindicato fijados por convenio. "Hay variaciones en algunas regiones donde se puede tomar una parte como un crédito fiscal, pero en promedio el régimen general tiene entre aportes y contribuciones un 48% adicional", explica Colina.

La remuneración bruta promedio declarada por las empresas al sistema jubilatorio al cuarto trimestre de 2011 fue, según datos oficiales, de $ 6371. El salario neto resultó de $ 5518 y el costo salarial, de $ 7876, un 231% más alto que el de 2006. En esos cinco años inflación fue, según consultoras privadas, de 140%. El costo nominal en la industria, con un alza del 228% fue de $ 10.076 a fines de 2011.

FACTORES QUE NO SE MIDEN

Más allá de los números, Maggi señala otros temas que afectan la productividad, como las rigideces impuestas por cambios legislativos; los feriados que, o restan días laborales o los hacen más caros; y en algunos sectores también la mayor judicialidad, en gran medida promovida por el cuestionamiento al régimen de riesgos del trabajo.

El hecho de que el impuesto a las ganancias se lleve cada vez más de los sueldos, afirma Maggi, es una fuente de presión, porque en muchos casos se reclaman compensaciones y además, porque lleva a que haya quienes prefieran no hacer horas extras por el temor a saltar en la escala de alícuotas del tributo. En los salarios más altos el descuento puede llegar hoy al 25 por ciento.

"La gente está molesta porque ante un aumento ya está pensando cuánto se lleva el Estado", afirma Lucio Garzón Maceda, asesor de los sindicatos de la alimentación. El abogado advierte que en otros escalones de la pirámide también hay malestar: quienes sobrepasan los $ 5200 de salario bruto deben resignarse, sin mucha lógica, a perder las asignaciones familiares.

Garzón Maceda se resiste a que le hablen de "costos laborales", porque el trabajo es "un generador y transformador de riqueza" y porque dice que los empresarios deberían mirar más el encarecimiento de algunos insumos. "Es verdad que los salarios subieron más que la inflación, pero se debían compensar mejoras de productividad de años previos", plantea.

La productividad laboral -cuánto se produce por ocupado- es señalada como factor de importancia en la ecuación económica de las empresas. "Que la productividad mejore depende hoy por hoy de la inversión, y estamos entrando en un ciclo donde la inversión será muy baja; entonces, aunque las subas salariales sean del 20 y no del 28%, nos vamos a la segunda división", grafica Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL, con la mirada puesta en otro factor: por el tipo de cambio y la devaluación de monedas de países con relaciones cercanas, como Brasil, tampoco se espera que mejore la competitividad. "En países como los europeos, los costos laborales más altos conviven con elevados índices de productividad", afirma Bour.

Según un estudio de SEL Consultores, entre 2006 y 2011 el costo laboral en dólares y corregido por la inflación de Estados Unidos se duplicó. Si al cálculo se le agrega como factor de corrección la ganancia de productividad, el alza es del 57,1 por ciento. Según Ernesto Kritz, director de la consultora, las trabas a la importación compensan de alguna forma la pérdida de competitividad, pero los mayores costos van a los precios.

Tomás Raffo, economista del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas -ligado a Proyecto Sur-, contrapone su visión de que es la mayor actividad la que genera empleo y no una baja de costos, a la que dice leer en las acciones del Gobierno. "Con una economía que devaluó y que creció, no se revirtió la rebaja de contribuciones dispuesta en los 90, y se reducen las cargas sociales para los nuevos empleos, como un reconocimiento de que la creación de empleos depende para ellos de los costos -evalúa-. Hoy se pide moderación salarial, pero no se hace nada frente a la inflación."

Y no es el único que pone el foco en el principal virus que corre por la sangre del sistema productivo y de todos los hogares: lograr ponerle freno a la carrera de los precios, coinciden varios economistas, es un objetivo urgente. Y la lente oficial, advierten, necesita corrección.

57,1%

Costo en dólares

Es el incremento del gasto salarial en la industria entre 2006 y 2011, medido en dólares ajustados por la inflación de Estados Unidos y por la productividad local, según estima SEL Consultores.

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