miércoles, 8 de julio de 2009

La cultura laboral de Japón, en su hora más dramática

El mes pasado, cuando se aproximaba el período de vacaciones japonés de la Semana Dorada, Ryuichi Tsuchihachi ya estaba empacando sus herramientas para un descanso más largo. Este operario de 33 años produce equipamiento industrial en una planta del este de Tokio. La empresa para la que trabaja, que es una pyme con 50 trabajadores, está situada como un guijarro en la base de la enorme pirámide manufacturera de Japón, dando apoyo a nombres ilustres como Toyota y Sony.

Pero la recesión global extinguió la demanda de máquinas para la industria y, en consecuencia, del trabajo que realiza Tsuchihachi. Como muchos obreros en todo el mundo, le han recortado drásticamente su horario de trabajo porque la planta suspendió actividades por falta de pedidos.

A Tsuchihachi le pagan por los días que queda ocioso, pero le pagan menos y, si se suma la desaparición de las horas extra, esto deja un agujero de 60.000 yenes (u$s 660) en el presupuesto mensual de su familia. Sin embargo, pese a las dificultades financieras, está contento de seguir teniendo un empleo.

Su compañía no renovó el contrato de varios aprendices chinos, pero no despidió a ninguno de los trabajadores de jornada completa. “No como afuera, no hago compras, llevo a mis hijos al parque y traigo el almuerzo en una caja... Son tiempos duros”, dijo Tsuchihachi.

Las empresas japonesas exigen mucho de sus trabajadores: el horario es largo y el sueldo inicial, miserable, una situación que desalienta la búsqueda de nuevo empleo e incentiva el servicio largo y leal a una misma firma. A cambio, tradicionalmente los empleadores protegen a sus trabajadores en los bajones económicos. Por eso, en la peor desaceleración desde la Segunda Guerra Mundial, cuando según el FMI la producción se achicará este año 6,2%, la tasa de desempleo trepó sólo 4,8%.

Sin embargo, esta recesión pone a prueba el pacto laboral del país como nunca antes porque es la primera que se produce después de que entraran en vigencia, en 2004, nuevas y más flexibles leyes laborales que han hecho posible el uso generalizado de contratos de trabajo temporarios en el área de manufactura.

Se estima que actualmente uno de cada tres trabajadores es “no-regular”, lo que en la práctica significa que la firma puede prescindir de sus servicios sin violar el tabú japonés contra los despidos.

De hecho, muchos empleados temporarios han perdido sus puestos. Toyota, que como la mayoría de las grandes grupos declara que “mantener el empleo” es parte de su misión corporativa, redujo las filas de sus contratados temporarios en Japón a 3.000, comparado con 9.200 hace un año, un recorte que equivale a 20% de su fuerza laboral local. Estos despidos, que produjeron feroces críticas, resultaron más graves aún porque algunos empleados perdieron también la vivienda que la empresa les proveía.

Desregulación a la japonesa

Dadas las dificultades para despedir a los empleados permanentes, no es sorprendente que los empleadores hayan optado por los contratados, pero las compañías tienen diversas formas de absorber las conmociones.

La otra cara de la moneda de esta rígida oposición a los despidos es una relativa flexibilidad en cuanto a la paga. Los empleados administrativos reciben hasta un tercio de su ingreso en forma de bonificaciones que se pagan dos veces al año y están vinculadas al desempeño de la empresa.

Estos pagos pueden ajustarse según el ciclo económico y aseguran que el esfuerzo se distribuye de manera pareja en toda la organización. Este año, los 9.000 gerentes de Toyota están digiriendo un recorte de 60% en sus bonus de verano, y los de más alto nivel no han recibido nada.

En cuanto a los obreros, la práctica de preservar el puesto de los trabajadores que están ociosos porque las líneas de montaje se desactivaron es alentada por subsidios del gobierno lanzados en la década de los ‘70, cuando el shock petrolero y la inflación global amenazaron arruinar el milagro económico japonés de la posguerra.

Por ley, los empleadores deben pagar a los trabajadores que trabajan por hora al menos 60% de su salario normal durante la suspensión de actividades. Bajo los términos del programa de subsidios, las compañías pueden pedirle al Estado que les devuelva la mitad de ese salario. De hecho, los pagos funcionan como un seguro de desempleo para los que todavía están técnicamente empleados.

Atsushi Seike, profesor de Economía Laboral de la Universidad Keio, de Tokio, calcula que,sin estos planes, la tasa de desempleo en Japón estaría uno o dos puntos porcentuales por encima de su nivel actual.

Según él, además de ahorrarle a los trabajadores el trauma de perder el empleo, el sistema ayuda a las empresas a evitar las falsas economías asociadas con los despidos, que en el largo plazo pueden resultar costosos porque es caro reemplazar a los empleados cuando llega la recuperación económica. “Las compañías japonesas invierten mucho en entrenamiento y no quieren que esto se desperdicie”, agregó Seike.

El gobierno también reaccionó ante el rechazo público por el trato que se le da a los empleados temporarios: amplió para ellos la cobertura previsional y de salud, y ofrece a las empresas 450.000 yenes por cada puesto no regular que se salva a través de programas de compartir tareas. Seike predice que esta última iniciativa será menos exitosa, ya que los trabajadores permanentes, protegidos y sindicalizados, tienen pocos incentivos para sacrificar su paga para colaborar con los temporarios.

Tal vez el programa más controvertido del gobierno es el que intenta eliminar la posibilidad de trabajar a algunos empleados con contrato. Se trata de los extranjeros, en su mayoría latinoamericanos, de origen japonés, a los que les habían otorgado visas de trabajo especiales –nikkei– por sus ancestros.

La mayoría de estos inmigrantes son empleados industriales contratados, y miles han perdido su puesto en los últimos meses. Ahora les ofrecen 300.000 yenes para pagar el pasaje aéreo para volver a sus países (más 200.000 yenes para el pasaje de cada familiar). A cambio, se les prohibe volver a Japón con otra visa nikkei.

Los grandes, sin atractivo

En este contexto, ¿dónde están ahora los mejores puestos de trabajo en Japón? La respuesta es: no donde solían estar, por lo menos según la opinión de los estudiantes universitarios que están planeando su futuro. Una encuesta anual realizada por la agencia de empleo Recruit muestra la declinación en el atractivo de Toyota, Sony y otras grandes empresas de manufactura que alguna vez fueron la máxima aspiración de los asalariados.

Recruit le preguntó a los estudiantes para qué compañía preferirían trabajar. Sony, que figuró octava el año pasado, cayó al puesto 89 este año. Sharp y Canon, que figuraban entre los 20 primeros, cayeron al puesto 55 y 77, respectivamente. Pero la que declinó más fue Toyota, que pasó del sexto lugar al 96.

Las que avanzaron son, en su mayoría, entidades públicas o cuasi públicas, como las energéticas, los ferrocarriles y el correo. Este último tuvo un salto en popularidad y pasó del puesto 387 al 30. El más buscado fue el Ferrocarril Central de Japón, que es parte de la vieja red ferroviaria estatal. El Ferrocarril del Este de Japón, quedó segundo.

Lógicamente, los que buscan empleo valoran la estabilidad en un período de desaceleración. Sin embargo, hasta no hace mucho, Toyota, Sony y el resto de los grandes nombres habrían estado incluidos entre los refugios seguros, en vez de ser dejados de lado como apuestas riesgosas.

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