El conflicto con el campo, las manipulaciones en los índices elaborados por el INDEC, los problemas políticos, la inflación, el aumento del gasto público, el comienzo de una desaceleración económica y la escasez de fuentes de financiamiento para el Estado fueron generando un cóctel explosivo que socavó la confianza en la capacidad del país de hacer frente a los pagos de la deuda, motivando la mencionada depreciación los títulos públicos hasta valores inesperados y alimentando incluso el fantasma del default.
En este contexto, el Banco Central decidió aprovechar los bajos precios y se convirtió en un activo participante del mercado, adquiriendo bonos para su cartera. Pero luego de la última compra de bonos por parte de Venezuela, concretada como siempre a precios de mercado y a una tasa cercana al 15% anual, los papeles cayeron en picada en medio de una ola de ventas.
El Gobierno reaccionó lanzando un segundo plan de recompra de bonos. En un primer momento se efectuaron compras sin anuncios específicos, pero dado que se registraron algunos inconvenientes se decidió llamar a licitación para definir las operaciones.
El jueves pasado se realizó la primera de ellas por 150 millones de pesos, pero se terminaron rescatando apenas 10 millones dado que la mayoría de las posturas -que treparon a 124 millones- se hicieron a precios hasta 7 por ciento superiores a los del mercado. Y el Gobierno decidió no convalidar esa brecha.
Podría interpretarse que los inversores aguardan precios más altos para los bonos y que no están dispuestos a desprenderse de los títulos en los valores actuales. Por lo pronto, habrá que observar más licitaciones para evaluar la conducta del mercado y observar si hay espacio para una recuperación de los bonos. Hoy no existen fundamentos para pronosticar subas muy importantes.
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